LA TRAICIÓN DE URIBE O “EL FUTBOLISTA S.A.”

Ariel Uribe 2

Foto: fanpage Awante.cl

            Tras los duelos con O’Higgins por Copa Chile el pueblo wanderino, por primera vez durante ese segundo semestre del 2017, sacaba cuentas alegres. A la contundente clasificación a cuartos de final y la eliminación de rivales poderosos al menos en el papel, se sumó la esperada aparición de Ariel Uribe en el primer equipo, proveniente de nuestra habitualmente prolífica cantera. El juvenil, que hacía menos de un mes había sido elegido como la mejor figura del cuadrangular en que la Selección Chilena Sub 20 se coronó campeona en Japón, no desentonó y frente al conjunto celeste fue una de las piezas destacadas del elenco que dirige Nicolás Córdova.

           Sin embargo, el día miércoles pasado pasamos de la alegría a la preocupación y luego al enojo y desencanto. Motivado por su nuevo representante y sin avisar ni dar explicaciones a nadie, Uribe no se presentó a entrenar durante dos días para luego aparecer en México, con el propósito de firmar por el Morelia de la primera división azteca.

            El Caso Uribe tiene seguramente muchas aristas. La primera de ellas, es que una vez más se derrumba la falacia montada en torno a la “gestión profesional” de la Sociedad Anónima, puesto que nuevamente les anotaron un gol de media cancha. La empresa que preside Jorge Lafrentz no sólo no le había hecho aún su primer contrato profesional a Ariel, sino que recién se encontraba negociándolo. Esto implica que si el joven futbolista finalmente es comprado por un equipo mexicano, Santiago Wanderers S.A.D.P. no recibirá más que lo correspondiente a derechos de formación, pues se trata de un jugador libre. Así las cosas, la cara de culo de Rafael González Camus, abogado y director de la concesionaria, en la conferencia de prensa resulta esperable.

Córdova y Rafael González Camus

Foto: Nicolás Córdova y Rafael González Camus en conferencia de prensa. Fuente: fanpage de Santiago Wanderers S.A.D.P.

          De todas maneras al hincha del Decano difícilmente puede dolerle que dejen de llegarle unos millones a la concesionaria. Lo que realmente hace hervir la sangre es que el muchacho le haya hecho el desprecio a la institución que nosotros amamos, se haya echado al bolsillo a toda la fanaticada y se haya largado aún sin haber entregado absolutamente nada al club. Nos sentimos pasados a llevar, ninguneados y traicionados por un mocoso con la vista nublada por el signo peso y que, tristemente, no es el primero, pues hace no mucho tiempo atrás el talentoso Martín Arenas también había concretado su fuga.

         Pero, ¿puede realmente hablarse de traición en este caso? Si echamos mano al diccionario, encontraremos que “traición” se define como la “falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”, es decir, un acto mismo de infidelidad, una transgresión grave al deber de lealtad. Así las cosas, debemos preguntarnos ¿tenía Ariel Uribe una obligación de lealtad hacia Wanderers?

            Los cultores del fútbol de mercado nos repiten hasta el cansancio que este deporte ha cambiado, que tenemos que entender y adaptarnos a una actividad que se maneja como industria y que así será inexorablemente en el futuro. Esos mismos nos señalan sin ningún pudor que los clubes ahora son empresas y que así deben ser administradas. Entonces cabe preguntarse ¿qué relación real de lealtad o fidelidad puede establecerse con una empresa? Para los expertos en manejo de recursos humanos, la fidelización del trabajador es deseable en tanto tiende a aumentar la productividad de la empresa, es decir, en base a la utilidad que le reporta al propietario (en este caso a Ibáñez) tener al trabajador contento. Y para colmo, nuestra concesionaria es una empresa que históricamente ha tratado mal a sus empleados, por lo que esperar lealtad de vuelta es realmente irrisorio.

         Para que no se sientan tan víctimas del infortunio, los directivos de la Sociedad Anónima podrían revisar otros casos en nuestro fútbol. Víctor Dávila, joven promesa de Huachipato, huyó del conjunto siderúrgico dejándole sólo  U$ 200.000 por derechos de formación, para fichar en el Necaxa (no es una curiosidad que se repita México como destino). Por otro lado, hace pocas semanas, los simpatizantes de la Universidad de Chile se quejaban que los jugadores que formaba Azul Azul eran incapaces de ganar un clásico en el Monumental. Y en el caso del propio Uribe, Wanderers se lo había arrebatado antes a las escuelas de la Universidad Católica. Cosas del fútbol negocio.

          Wanderers ya no produce y difícilmente producirá más Jorge Dubost, Juan Olivares o Jorge Ormeño, precisamente porque, en lo que respecta a la rama fútbol profesional, no es más un club social. Colo Colo no conocerá de otro como Caupolicán Peña, Cobreloa no volverá a tener un Armando Alarcón, ni la Unión Española verá entre sus filas a un nuevo Juan Machuca. Las Sociedades Anónimas no son capaces de sacar de sus divisiones menores a futbolistas que se identifiquen como hinchas con el club y sus valores.

         Ariel Uribe, como todo “futbolista S.A.”, no traiciona nada porque bajo este sistema la lealtad no es un valor. El amor a la camiseta sólo sirve si va como slogan de un comercial de Nike o Adidas. Al final, es un problema de modelo, nos guste o no. O lo aceptamos sin lloriqueos o nos ponemos a trabajar por cambiarlo.

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